lunes, 9 de marzo de 2009

Abandono al sueño

El sueño, ese trance en el que la mente entra cada noche, es uno de los estados alterados más potentes. Normalmente no se le da la importancia que merece porque ocurre todos los días de manera espontánea. Suele ocurrir que lo cotidiano, lo frecuente, no se tiene en cuenta: muchas de las cosas más asombrosas de la vida pasan desapercibidas, paradójicamente, por encontrarse siempre presentes. En el sueño, la mente queda aislada de las influencias de los sentidos y se produce una corriente de imágenes y sensaciones que se suceden de manera imprevisible. La voluntad se desvanece y normalmente no puede controlar el flujo de los acontecimientos, aunque hay ocasiones en que éstos pueden dirigirse cuando el sueño es ligero; a veces la mente logra retroceder en el tiempo ante un hecho que ya se ha producido y está causando fatales consecuencias, cosa que jamás puede hacer en el estado de vigilia. Tras una noche sin sueños queda un vacío de existencia que interrumpe la aparente continuidad de la consciencia. Al despertar no hay recuerdos, no hay sensaciones, y sin embargo la luz del amanecer sugiere que han transcurrido varias horas. ¿Qué ha sucedido entonces? ¿Dónde ha estado el yo? El cuerpo ha permanecido tendido en la cama, pero el estado de vigilia ha sido interrumpido durante ese tiempo, el yo consciente ha quedado apagado durante la noche y ha vuelto a la existencia por la mañana. La identidad no es tan continua como puede parecer a primera vista. Entregarse al sueño es morir un poco, es dejar de ser uno mismo durante un tiempo indefinido. Pero antes de dormir se tiene la certeza de regresar al día siguiente, de que todo volverá a comenzar al despertar, y uno se acuesta tranquilo, aunque esa seguridad sea un engaño de la costumbre.

El sueño de la existencia - La esencia de la mente

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