domingo, 5 de abril de 2009

La soledad absoluta

Es posible una inmortalidad para la mente si renuncia al mundo exterior, si asume que todo lo que percibe es interno y sus imágenes no son más que complejas fantasías que no debe tomar en serio. Al despertar de un sueño, si alguna parte del mismo resultaba desagradable, produce un gran alivio saber que se trataba de una mera ficción y que puede ser olvidada sin ninguna consecuencia. Pero aplicar esa idea en estado de vigilia para descartar aquello que resulta desagradable del mundo, renunciar al exterior en pos de la eternidad personal lleva asociada una carga que es, quizá, peor que la propia muerte: supone aceptar la soledad absoluta. Entonces este viento enfurecido, este olor a salitre del mar, todas las estas luces que brillan a lo largo de la costa como adornos de oro en la noche oscura, estos miles de hogares que se prolongan hasta el horizonte, incluidas las almas que habitan en su interior, serían puras ilusiones, como sueños, y esos momentos en que se busca alivio para compartir la incertidumbre con un semejante, esos compañeros de viaje que hacen más llevadero el camino de la vida no tendrían ninguna opción de poseer una mente propia, al carecer de realidad externa; serían absurdos engaños creados por la propia mente para consolarse a sí misma.

El sueño de la existencia - Realidad exterior

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